En un solar estrecho y alargado, donde ya hay una vivienda, se propone construir un pequeño estudio que pueda ser usado tanto como taller de pintura, como para vivienda ocasional en los fines de semana para los hijos de los propietarios.
El punto de partida
del proyecto venía dado por el aspecto económico; debía ser un proyecto
económicamente viable con un presupuesto mínimo (70.000 €).
Este factor
limitaba las posibilidades tanto estructurales, como de acabados, con lo que se
partió de una premisa muy clara: había que trabajar con los industriales de la
zona (a poder ser, del mismo pueblo), y con unas soluciones técnicas a las que
estuvieran acostumbrados; soluciones tradicionales adoptadas en las
construcciones típicas de la zona.
Esta premisa nos
conducía a trabajar con muros de carga, forjados unidireccionales, ventanas de
aluminio de dimensiones razonables y acabados convencionales como el reboco
pintado.
A partir de ahí, el
estudio-vivienda, de unos 90 m2, se divide en dos sectores bien diferenciados:
un espacio abierto y diáfano que da al exterior a través de un porche de caña,
y un espacio más íntimo, con dos habitaciones y un pequeño baño. Todo el
programa encajado en un perímetro de muros de carga con una luz ligeramente
superior a los 6 metros.
El espacio diáfano
contiene la sala de estar, comedor y cocina. Este espacio se proyecta
maximizando su superficie sobre la total, de manera que el corazón de la casa,
el espacio donde se realizan la mayoría de las funciones diarias, sea lo más
agradable posible. Las habitaciones, en cambio, se entienden como espacios básicos,
con el espacio mínimo suficiente para dormir y tener una pequeña mesa.
El baño y la cocina
también se reducen a lo esencial; el baño conteniendo también el espacio para
la lavadora y la caldera de agua caliente y la cocina como una barra mínima en el
espacio de la sala.
La normativa del municipio obliga a hacer cubierta
inclinada, de manera que se plantea un juego de inclinaciones recordando el
perfil de las montañas del horizonte. Estas inclinaciones se aplican tanto a la
construcción principal como al porche de caña que rodea las fachadas noroeste y
sureste, dando una continuidad formal entre el edificio principal y el porche.
Dada la gran insolación que sufre la cubierta durante
los meses de verano, se aprovecha la inclinación de ésta para generar un flujo
de aire dentro de una cámara ventilada al modo tradicional de cubierta del
Ensanche de Barcelona: por encima del forjado se levanta una segunda cubierta,
en este caso de uralita, que genera una cámara de aire de unos 30 cm. Esta
cámara se aprovecha de la inclinación del edificio para, a través de unas
perforaciones en la fachada, permitir la entrada de aire por la parte más baja
de la cubierta y la salida de éste por la parte más alta. De esta manera, el
aire de la cámara se calienta con la insolación, sube y sale por las
perforaciones altas, absorbiendo aire más fresco por la parte inferior.
La inclinación de la cubierta se aprovecha además para
recoger el agua de lluvia de su superficie, que es conducida hasta el centro
del edificio y expulsada por una gran gárgola sobre un depósito de agua de
superfície. Este depósito está conectado al huerto contiguo, de manera que éste
funciona íntegramente con agua de lluvia recuperada.
Las dos fachadas de la vivienda bajo el porche se
pintan con franjas verticales blancas y verdes, de manera que la sombra de la
caña produzca un juego de texturas que van cambiando con las distintas
orientaciones solares durante el día. Éste no es solamente un recurso formal
que además ayuda a integrar el edificio en la vegetación circundante, sinó que
es también una respuesta al tipo de acabado de fachada con el que estábamos,
por presupuesto, obligados a utilizar. El reboco de mortero sobre muro de
ladrillo cerámico fácilmente se resquebraja y absorbe muy mal los posibles movimientos
de la fachada, con lo que es casi imposible evitar la aparición de fisuras y
grietas. Cuando una fachada de este tipo se pinta uniformemente, las grietas
son el único dibujo sobre la superficie, de manera que quedan terriblemente
expuestas. El hecho de superponer un motivo muy contrastado, en este caso un
código de barras blancas y verdes, permite, por una cuestión de intensidad, que
las grietas no sean tan aparentes, y queden desdibujadas por detrás del dibujo
principal.
Así pues, las barras verticales blancas y verdes,
además de permitir un aspecto más
durable del edificio, producen un juego cambiante del aspecto de las fachadas
según la incidencia solar sobre el porche de caña y la sombra de éste sobre el
edificio, integrándolo en el bosque que empieza en este punto del solar y, al
mismo tiempo, son una alegoría al reducido precio de la vivienda.
En el resto de las fachadas, que dan frente al denso
bosque que rodea la casa, se pintan del mismo color verde de las barras, de
manera que, a primera hora de la mañana y última de la tarde, el sol rasante
proyecta las sombras de los árboles sobre éstas, mimetizando en tonos verdes el
bosque contíguo.
El porche de caña de río que rodea las fachadas
principales del edifico está formado por una ligera estructura metálica formada
por tubos cuadrados, perfiles en T y en L según posición. La caña se apoya y
ata a través de cables tensados y bridas con una instalación muy sencilla que
permite al propietario cambiar la caña aproximadamente cada 2 años ya que este
material, obviamente, tiene una vida
limitada. El bajísimo precio de este material (120 € para todo el edificio)
permite que la reposición de éste no sea un escollo económico.
El punto singular de la vivienda es una abertura en la
sala de estar que está situada en esquina, con un sistema de puertas correderas
de aluminio lacado que no dejan montante vertical cuando están abiertas, dando
la sensación, estando dentro del edificio, que la sala se proyecta hasta el
porche y el jardín exterior.
Para conseguir esta esquina vacía, la estructura de
muros de carga queda interrumpida en este punto por una IPN en esquina que
apoya sobre el muro por encima de la abertura. Para reducir el vuelo de esta
estructura metálica, se añade un pilar circular metálico que coincide con el
despiece de la carpintería y que, al ser del mismo color, casi desaparece dando
la sensación que la esquina está flotando.
Es ésta una operación muy sencilla que permite que la
caja del edificio respire y se abra por una de sus esquinas, permitiendo gozar
de unas espléndidas vistas del pueblo de Gaüses y las montañas del horizonte.