He estado trabajando en algo que me satisface: la solemnidad. Es un ejercicio difícil, puesto que la tendencia natural de los que tenemos facilidad para inventar es el exceso. Saber reconocerlo y frenarse dulcemente supone una labor que, una vez conseguida, nos abre a un universo de nuevas posibilidades, como en el caso arriba expuesto, donde unos simples tótems de hormigón levemente curvados, coronados por una sagina, lloran, literalmente, sobre una lámina de hierba muy, muy fresca. Algunas higueras de diferentes dimensiones completan la escena.