Tu navegador no está actualizado.
Para tener una mejor experiencia con nuestro sitio, te recomendamos descargar otros navegadores gratuitos ¡Para eso, solo tienes que hacer click en el ícono!
Mucho más que mafia y pizza, Sicilia es un lugar de historia y de historias. La que contamos hoy comienza en los años cincuenta, cuando un nuevo edificio fue erigido en las rocas de la bahía de Marzamemi, pequeña población pesquera al sur de Siracusa cuyo nombre es de origen árabe: Marsà al-hamam, o lo que es lo mismo, bahía de las tórtolas, aludiendo a las aves que cada año hacen una parada aquí durante su viaje migratorio.
Emplazada en un rincón extraordinario, entre piedras a la orilla del mar, este edificio quedó al margen de las antiguas casas de piedra de los pescadores que desde el siglo XVII dan a este pueblo su aspecto característico. Y ahí fue viendo pasar veranos frente a la costa hasta que, hace dos años, su nuevo propietario decidió convertirla en una estupenda residencia vacacional donde poder disfrutar del sol y del mar. El resultado es un perfecto equilibrio entre el uso de materiales de construcción típicos de la zona y un minimalismo moderno y funcional.
Nos vamos de vacaciones a Sicilia, ¿quién se apunta?
A medida que nos acercamos a la bahía, un perfil de un blanco impoluto nos señala la presencia de la casa. Como si de una perla se tratara se levanta orgullosa, a medio camino entre el cielo despejado y el hermoso horizonte marino.
Al encontrarse en un enclave tan privilegiado el proyecto de reforma de esta casa debía tener en cuenta las limitaciones del sitio, como el uso de materiales de construcción de la aldea y la relación entre la casa y los elementos naturales. Aunque si bien es cierto que la blancura del edificio es llamativa en relación al resto de casas, se ha respetado la arquitectura del pueblo en el uso de bloques de piedra arenisca en el muro perimetral. La cal y puzolana son los únicos nuevos materiales introducidos que responden a la necesidad de proteger la mampostería de la acción de las olas y la sal.
Tanta es la blancura del edificio, que a pesar de que la puerta de entrada es también blanca, las finas líneas que delimitan su estructura nos desvelan su existencia. Un original pomo de madera parece flotar en la nada. En esta casa, hasta los detalles más insignificantes tienen relación con el entorno: un delicado patrón decorativo que reproduce los peces no solo estiliza la puerta, también rinde homenaje a la tradición pesquera del lugar, cuya economía se basó durante siglos en esta práctica.
Las vigas de madera han sido blanqueadas para seguir con la línea de la casa, pero muestran la naturaleza de la cubierta de madera. Este pasillo marca la entrada a la cocina y al dormitorio, pero es mucho más que un mero espacio funcional. Se ha concebido no solo como un distribuidor, también como un lugar de silencio y quietud, de acuerdo con la intención original del propietario: un rincón para la lectura y la contemplación del mar.
La madera de los muebles es el único elemento de la casa que osa desafiar el protagonismo del blanco. Siguiendo los criterios de simplicidad presentes en toda la casa, el mobiliario es sencillo y funcional, como demuestra el banco que en su interior esconde un práctico cajón donde guardar revistas y libros.
Líneas rectas, colores claros, un suelo de piedra blanco y apenas algo de madera en el cabecero, así es el dormitorio de esta casa que parece estar hecha para absorber toda la luz del Mediterráneo. Un estilo sobrio, minimalista y austero, donde solo el mosaico bajo el hueco de la ventana, que muestra la pesca de atún típica de la zona, aporta una nota decorativa a la habitación.
Si quieres descubrir más casas junto al mar, échale un vistazo a este libro de ideas.
